Situaciones críticas como el terremoto de abril de 2016, el secuestro del equipo periodístico de diario El Comercio en 2018, las protestas de octubre de 2019, y, recientemente, la pandemia Covid-19, demandan la atención inmediata de profesionales de primera línea; es decir, aquellos que se exponen de manera directa a los riesgos que trae consigo una situación como las mencionadas anteriormente.
Además de contar los hechos, el periodismo coadyuva a crear los marcos de referencia con los cuales los usuarios interpetan lo que sucede (Andrew et al., 2018), y toman las decisiones que les permiten hacer frente a una situación determinada. Ante una emergencia, los periodistas reaccionan a la par que los policías, los bomberos, el personal de salud, las fuerzas armadas, y otros (Mayo Cubero,
2019); son los responsables de documentar los hechos, proveer de la información necesaria para enfrentar la situación y tomar decisiones, y para dar a conocer las medidas de seguridad a seguir por parte de la ciudadanía (Casero-Ripollés, 2020). Ello implica la permanente exposición de los periodistas a situaciones que pueden afectar tanto su salud física como mental.

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