Dentro de un mundo caracterizado por una vorágine de crisis sociales y desastres naturales que han debilitado de forma contundente la sociedad desde cada una de sus esferas, se han tornado preponderantes las intervenciones globales que se proponen —firmemente y sin romantizar los hechos— recuperar la paz y el bienestar integral de las personas, las familias y las comunidades.
Los problemas que afronta la humanidad, desplegados sobre un lienzo en blanco, en menos de lo que imaginamos empiezan a formar un entramado de conexiones indivisibles que convergen en una misma raíz profunda: la infancia, la familia y la educación. Es ahí en donde centra su atención la Misión Idente Ecuador (MIE), una iniciativa de la Universidad Técnica Particular de Loja (UTPL) inspirada en el carisma del Instituto Id de Cristo Redentor, Misioneras y Misioneros Identes, que supera los límites de una labor social aislada para convertirse en una iniciativa de activismo institucional permanente, que, al día de hoy, es la que más años consecutivos lleva ejecutándose.
La MIE es una acción apostólica que, desde 2004, moviliza voluntades de evangelización y servicio a comunidades vulnerables de Ecuador, especialmente aquellas que sufren precariedad humana y espiritual. De esta forma, jóvenes de entre 18 y 35 años de edad, pertenecientes a universidades católicas y no católicas del país, se inscriben como voluntarios y recorren anualmente cada punto del territorio para llevar un mensaje de esperanza a través del Evangelio y brindar su ayuda en necesidades básicas de las comunidades por medio de sus conocimientos y competencias académicas.
Durante los días de misión, los jóvenes sienten —en primera persona— la realidad que afrontan estas comunidades y, a partir de esta experiencia inmersiva y transformadora que les da la oportunidad de redescubrir el valor de la vida para el ‘otro’, son ellos mismos quienes en ese proceso encuentran su propio propósito de vida. Una experiencia reveladora.
Tú vienes a hacer una misión, pero más que nada, tú eres el que sale misionado.
Charlas y talleres formativos sobre valores, convivencia familiar y relaciones humanas, abordadas desde el Evangelio y el modelo de Cristo, son actividades lideradas por los voluntarios de la MIE y dirigidas a los niños, jóvenes y adultos de las comunidades visitadas cada año, con el objetivo de compartir un mensaje de alegría, amor y esperanza.
Paralelamente, los voluntarios brindan su contingente para mejorar las condiciones de vida de las comunidades, en respuesta directa a las necesidades y problemáticas específicas que afrontan en el entorno. De esta manera, emprenden la labor educativa de formar a las personas en relación al cuidado de los recursos naturales renovables y no renovables, al mantenimiento de normas básicas de higiene personal y alimentaria, al conocimiento de primeros auxilios y al desarrollo de habilidades prácticas para la construcción de baterías sanitarias y huertos familiares, por citar algunos ejemplos.
Finalmente, la ‘misión médica’ es una arista fundamental de la labor de servicio que implica la MIE. Por medio de ella, estudiantes y docentes de carreras pertenecientes a Ciencias de la Salud brindan atención médica gratuita a los habitantes de las comunidades visitadas. Esta actividad se ha tornado vital en el desarrollo de la MIE, ya que a lo largo de los años se ha detectado que, para un gran porcentaje de las comunidades vulnerables que recorre la misión, esta es la primera asistencia médica que reciben en toda su vida.
El acceso universal a la salud es un derecho de todas las personas y comunidades de los países, sin discriminación alguna; pero, muchas veces, este derecho se constituye en un privilegio al que no tienen acceso con facilidad ni frecuencia las personas pertenecientes a zonas rurales, más aún, en aquellos países que se encuentran en vías de desarrollo. La misión médica de la MIE aporta a este objetivo de la Organización Mundial de la Salud (OMS), haciendo accesible para estos grupos vulnerables de la población, determinados servicios integrales de salud con profesionales competentes y medicamentos de calidad que son donados por laboratorios y farmacias a nivel nacional.
Una misión con impacto que trasciende
Formación en valores
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innovación social
La experiencia de la MIE —que generalmente contempla un lapso de una semana de inmersión en comunidades vulnerables del país— no concluye cuando estos días acaban. En ese momento, la experiencia de transformación recién empieza.
Tanto voluntarios de la MIE como miembros de las comunidades visitadas, son parte de una experiencia de vida transformadora. Durante los días de misión, el compartir —revestido de los valores de Cristo— se convierte en el mejor maestro de grandes aprendizajes para toda la vida; pero, una vez concluida la misión, el impacto de lo vivido empieza a trascender en mente y espíritu.
Es así que, con la gratitud que deviene del crecimiento personal que promueve la MIE, los jóvenes voluntarios (estudiantes y docentes de universidades) reconocen las problemáticas del territorio y comienzan a generar ideas y articular esfuerzos para impulsar proyectos académicos, de investigación, innovación o vinculación que den respuesta a las necesidades más apremiantes de estas comunidades.
Programas y proyectos sobre emprendimiento, bionegocios, sistemas de letrinización, mediación de conflictos, reciclaje de basura, conservación de alimentos, diseño arquitectónico de espacios comunitarios, nutrición, entre otros tópicos, son algunas de las áreas que se han gestionado desde la academia, en alianza con las comunidades, el gobierno y la empresa, como resultado de la intervención que realiza la MIE en zonas rurales del país para contribuir a su desarrollo sostenible.
La MIE activa la visión de la UTPL: «el humanismo de Cristo» y la legitima en la sociedad, dando respuesta a los desafíos actuales del país y el mundo desde su causa raíz. La MIE es mucho más que una acción de responsabilidad social universitaria, porque no se limita a resarcir un impacto puntual del accionar de la universidad en el entorno, sino que se adentra en la realidad de las comunidades vulnerables del Ecuador para reconocer sus necesidades de manera profunda y dar respuesta a ellas a través de espacios de formación y reflexión para niños, jóvenes y adultos, así como de la gestión de proyectos de innovación social que aportan significativamente a su desarrollo familiar y comunitario en el marco de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU.